jueves, 18 de diciembre de 2008

El sueño del reloj de Kant

Los pensamientos pueden escribirse, pero son casi siempre silenciosos.

Una ciudad que no existe Königsberg hoy no existe.

En su lugar hay una ciudad que se llama Kaliningrado.
Los bombardeos aliados y las tropas soviéticas arrasaron la pequeña capital cultural prusiana, que ya había sido masacrada por el odio nazi en la noche de los cristales rotos del 9 de noviembre de 1938.
La ciudad antigua se concentraba en dos pequeñas islas bañadas por el río Pregel. Los siete puentes que las conectaban inspiraron a Euler, cuando Kant todavía era joven, el famoso problema origen de la teoría de grafos ( "¿puede alguien cruzar por todos los puentes de Königsberg y volver al punto de partida sin pasar dos veces por el mismo puente?").
En la actualidad, las dos islas están prácticamente vacías. Las antiguas calles y edificios han desaparecido, por lo que la catedral, que sí fue reconstruida, está en medio de un parque desolado por el que cruza una autopista. La ciudad de Kaliningrado, con sus bloques multirresidenciales de inspiración soviética, empieza donde termina el vacío dejado por Königsberg.
En este territorio fantasma engullido por la implosión de la razón, el fotógrafo Joachim Koester ha rastreado la huella de los paseos de Kant en su serie The Kant Walks (2005). Por supuesto, es una exploración destinada al fracaso, un paseo elegíaco. Si Thomas de Quincey se demoraba en los efectos de la enfermedad sobre el juicio, Koester encuentra en el paisaje la misma perturbación degenerativa. Los lugares por los que paseaba Kant parecen extraídos de sus sueños anulados. ...